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jueves, 27 de febrero de 2014

Diario de una Nefilim: Capítulo 15

¡Hola! c:

Estos días, tengo puente y voy a poder estar más activa, así que luego subiré un par de noticias ^-^
Mientras, os dejo el capítulo 15.
¡Espero que os guste! No olvidéis comentar <3


Capítulo 15

            Me siento inútil. Cam ha venido a traerme comida por segunda vez, eso indica que es de noche. La segunda noche aquí encerrada. Dan no se debe de haber preocupado por mí. No ha venido a buscarme o algo parecido a pesar del grito que dio antes de anoche. ¿Será verdad todo lo que estuve pensando ayer? Lloré con la sola idea de haber sido estúpida y no haberme dado cuenta. Lloré por la idea de que Dan sea (o es) un imbécil (me duele decirlo, mejor dicho, pensar en esa idea) y que me haya engañado de tal manera, convirtiéndose en una grandiosidad amigo, luego en mi 'amante' y ahora, en un traidor.

            A la mañana siguiente, siento el dolor de las marcas que me han dejado las cuerdas. Me las quitaron ayer por la mañana cuando me trajeron la comida. Me las miro y sólo veo zonas rojas en las muñecas. Cuando pongo un dedo encima se me queda una milésima de segundo una marca blanca del dedo. Me quedo aburrida, tumbada en el suelo mirando hacia el techo y con la mente en blanco, sin pensar nada.
A la hora de comer, la puerta se abre y desde el suelo, veo como un chico de piel morena (un poco más bronceado que Dan) con rastas en el pelo también oscuro entra con una bandeja llena de comida. Al entrar, cierra la puerta y coloca la bandeja en el suelo y se sienta cerca.
-Cam no ha podido traerte la comida hoy. Le gusta traértela.
-Ah. Gracias a ti por traérmela-digo yendo hacia la bandeja gateando. No es más que un cuenco con sopa, un poco de pan y un yogur. La estancia del chico hace que me sienta tranquila, pero no olvido que es un demonio al igual que Cam, pero no intimida.-¿Quién eres?
-Oh, es verdad. Soy Roland.
-Yo Doona.
-Lo sé, eres la chica a la que quiere Dan. Tu también a él, ¿verdad?-asiento, aunque si digo la verdad, no estoy tan segura.-No tengas miedo de mí, como lo tienes con Cam.
-No tengo miedo de ninguno de vosotros.
-Suena bien-dice.-De todos modos, te digo esto por si te tranquiliza-dice y me sonríe, aunque creo que ha vacilado en si guiñarme o no un ojo.-Yo no elegí este bando. También eligieron por mí. Cuándo me preguntaron a qué bando quería irme, pedí unos días más para pensar pero no me lo permitieron y me metieron en el bando de Lucifer, en el del Infierno.
-Entonces, ¿querías ir al otro, al nuestro?
-No exactamente, he dicho que no llegué a elegir por mí mismo.
Hay un silencio y sólo se oye el sonido de la cuchara en el cuenco mientras como. Al acabarla, empiezo a morder el pan con bocados pequeños.
-¿Te llevas bien con Dan a pesar de que estás en otro bando?-le pregunto, al recordar de que, antes de que me “cogiesen prestada” había dos personas hablando con Dan. Una de ellas podría ser Roland.
-Sí, es muy buen amigo mío. Lo conozco bastante.
-Si te cuento algo, ¿contarías algo? Estoy confiando mucho en ti a pesar de que nos conocemos poco...
-Puedes. Tranquila, ¿crees que me agrada mucho estar en este bando? Me he acostumbrado y pensarás que he sido creado para esto.
Confiando un poco en Roland, le cuento que no estoy segura de que Dan me quiera. Sólo eso. Antes de contárselo todo, me dice brevemente para relajarme un poco que es el ángel de la música y la poesía y la verdad, no me relajó pero sí me ayudó a conocerlo un poco más.
-Conozco a Dan y no creo que haya hecho eso si os habéis estado conociendo durante muchos días y meses-dice con una sonrisa de verdad.-Te quiere, seguro.
Roland se levanta y se lleva la bandeja con el cuenco y el yogur vacíos. En la puerta, se gira un momento hacia mí antes de irse.
-De todos modos, no dejes que nadie elija por ti. Nunca.
Pone una sonrisa triste y cierra la puerta cuando sale.

A los minutos de que se fuese Roland, desplegué las alas, me las acaricié (mejor, me las estuve peinando un poco y me relajó muchísimo, siempre me pasa eso. Es un placer extraordinario que me toquen las alas) y me quedé dormida plácidamente.
Por la mañana, llaman a la puerta. Debe de ser temprano. Entra el diablo con los ojos verdes brillantes. Me recuerda a Dan, a veces sus ojos grises se le ponen más oscuros y es como si una minúscula bombilla que hay detrás de sus ojos se encendiesen.
-¡Buenos días, Doona!-exclama. Se le ve muy contento para ser un demonio, pero, ¿y por qué no debería de estarlo? No. Espera. ¿Por qué está contento?
Desde el suelo, pregunto:
-¿Hoy vais a hacer esa batalla?
-No es batalla, es una “charla” y no, no es hoy. Es que, Roland me dijo que ayer estuvo hablando contigo. Un poco. Y me dijo que se te veía triste aquí encerrada.
-¡Alguien que se da cuenta!-exclamo.
-¡No sabíamos tu carácter! Tuvimos que ver cómo ibas. Cómo eras.
-¿Entonces?
-Vengo a cambiarte de habitación. Una mejor.
Debería de haber dicho “cárcel” en vez de “habitación”. Saca del bolsillo de su pantalón oscuro un trozo de tela largo y negro. Me ayuda a levantarme y me da un giro cuando estoy en pie. Rápidamente, me venda los ojos como si estuviésemos jugando a la tradicional gallinita ciega.

-Lo siento, no puedes ver por dónde vamos.

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