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domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 23

Hola lectores tributos! :D

En fin, no tengo nada que contaros, así que os dejo directamente el capítulo 23. Espero que lo disfrutéis y no olvidéis de dejar el comentario para ver qué os ha parecido :) Por cierto, no sé a qué viene el segundo gif, es que no sabía que foto poner :P

Capítulo 23


Vamos andando por la nieve, pero siempre cerca del bosque. Hemos hablado de varias cosas, pero la mayor parte del recorrido lo hemos hecho callados y serios. Al cabo de más o menos una hora de andar, vemos a lo lejos una especie de cristal: el lago helado.
-¡El lago!-digo entusiasmada.
-Sí. Vamos hacia allí antes de que anochezca-dice y de repente, se oye un grito de dolor.

<<Bum>>

Ha soñado un cañonazo. Es el mismo grito que oí antes.
-Es el de antes-digo con los ojos abiertos.-Katy.
-Imposible. Ella está en el bosque, el grito está aquí en la nieve.
-Un profesional menos-digo.
-Posiblemente.
Ahora tenemos más esperanzas de salir vivos. Meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta, las tengo heladas. Jasón hace lo mismo. Andamos con paso ligero hacia el lago helado y a los pocos minutos, ya estamos en el borde de éste. Nos quedamos mirando cómo es. Me arrodillo junto al borde y pongo la mano en la capa de hielo. No es muy gruesa y el lago no debe de ser muy profundo.
-Pásame tu tridente-digo y Jasón me lo da.
Empiezo a golpear la capa de hielo que enseguida se rompe. Una aire frío sale del trozo que he roto y me hiela la cara. Rompo más hielo para ver mejor si hay algún pez de agua dulce dentro. Tras romper varios trozos, se ven colores de los peces que van nadando de un lado a otro. Jasón se ríe y le devuelvo el tridente. No sé donde está la gracia.
-Hora de pescar-dice y ahora lo pillo. Mete el tridente en el agua y cuando pasa algún pez, se lo clava. Es bueno pescando.-No es muy profundo-dice y yo asiento con la cabeza.
Giro la cabeza y sigo los pasos que hemos tomado para llegar aquí, pero la nieve no marca bien las huellas de las suelas de nuestros zapatos. Mejor, así a los profesionales les costarán más encontrarnos.

Tras varios minutos de estar pescando peces, Jasón para.
-Creo que es suficiente.
-Bien-digo.-Y ahora, ¿dónde pasamos la noche?
-En un iglú-dice él.-Los profesionales deben e haber estado durante todos los Juegos en la nieve, así que habrá alguna cueva o iglú. Recuerda, piensa como un profesional, siempre se buscan el camino más fácil.
-Yo intento pensar de esa manera. Tu en cambio eres un profesional.
-Pero no me gusta pensar como ellos. Venga, busquemos algún refugio. No tardará mucho en oscurecer-dice y echamos a andar.
Jasón lleva los peces en las manos para no meterlos en la mochila y que dejen un mal olor. Subimos una pendiente y veo a lo lejos una pequeña entrada. Le doy un codazo a Jasón y señalo la cueva. Él asiente y echamos a correr hacia la mancha negra y pequeña. Llegamos en menos que canta un gallo y vemos que se trata de una cueva de entrada estrecha, pero por dentro es espaciosa y cabemos los dos perfectamente. Nos metemos dentro de la cueva de uno en uno porque es la única manera de poder entrar) y sentimos un calorcito agradable, aunque entran ráfagas de aire frío. Lo dejamos todo en el suelo y decido investigar por dentro a oscuras, aunque se ve un poco. Al final de la cueva, encuentro varios trozos de ramas de árboles y son bastantes gruesas. Puede haber ocurrido dos cosas: que un tributo haya estado aquí y luego haya muerto o se haya ido o, que los Vigilantes hayan puesto esto a propósito. Me llevo todas las que puedo y dejo las demás de reserva. Me voy con Jasón y dejo las ramas en el suelo ahuecándolas para para hacer una hoguera. Jasón se sienta en el suelo y dejo mi mochila en el suelo y me siente frente a él. Alarga el brazo y coge mi mochila y saca la caja de cerillas y le prende fuego a las ramas. El fuego pasa de ser una chispa a una pequeña llama, y más tarde, una luz fuerte y anaranjada. 
-Mañana deberíamos de ir a pescar-comenta.
Asiento con la cabeza. Me pregunto si Jasón tendrá algún familiar que haya ganado algunos Juegos.
-Jasón, ¿tienes por casualidad algún familiar que sea vencedor?
Mi único aliado se queda pensativo y luego dice:
-Sí, bueno... Más que un familiar es como un amigo. Ganó hace unos años, a los 14. Es el hijo del primo del primo de mi padre.
-En todo caso, os conocéis, ¿no?-pregunto. Él asiente.-¿Cómo se llama? Si no es te importa
-Finnick.
Finnick... No he oído hablar de él en ningún Juego. Me encojo de hombros en señal de que no sé quién es. Miro por la pequeña abertura de la cueva y lo único que se ve, es, como no la nieve.
-¿El humo del fuego no nos hará algo?
-No, fuera hace aire así que la corriente se lo llevará.

Miro de nuevo a la nieve y caigo en la cuenta de que mi segundo propósito de venir a la nieve era ponerle algo fresco en la herida de Jasón.
-Vamos a ver la herida-digo y él asiente con la cabeza y se va quitando la chaqueta mientras salgo por la abertura de la puerta con los cuencos en las manos.
Ya es de noche y me arrodillo en la nieve y separo los cuencos y empiezo a llenarlos. Al tener ambos llenos, me meto de nuevo en la cueva. Jasón ya no tiene nada superior puesto, excepto la venda, y está tiritando de frío a pesar de que se ha juntando más cerca del fuego. Me acerco a él y se tranquiliza. Le apoyo la cabeza en mi regazo y coloco un cuenco al lado del fuego para más tarde beber y el otro cuenco, junto a mí para que la nieve no se derrita.
-Ahora tendrás un poco de frío-le susurro. Asiente con la cabeza y le quito la venda, que esta vez está blanca y sólo tiene una mancha roja delante y es pequeña. Acerco la mochila hacia mí y cojo vendas limpias y saco la sucia.-Bueno, la herida está mucho mejor. No está cerrada por completo, pero ya no sangras mucho y está mejor.
Cojo un poco de nieve y se la coloco por la herida, sin aplastarla. Jasón pone una mueca de dolor y alivio. Le coloco de nuevo una venda poniéndola por encima de la nieve y le ayudo a levantarse y a ponerse sentado. El otro cuenco ya tiene agua y se la paso para que beba. Termina con todo el agua y salgo de nuevo con los dos cuencos y los lleno de nieve. La noche está despejada y nos ilumina la luna y unas pocas estrellas. Me quedo un rato fuera para ver qué tributos han muerto. Éramos siete, los cuatro profesionales, Katy y nosotros dos. Empiezo a llenar los cuencos y al terminar, me quedo sentada contemplando el cielo. Pasan unos minutos y aparece el sello del Capitolio y suena el himno y aparecen en dos caras.
-Oh, no, ella no.

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