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viernes, 30 de noviembre de 2012

Capítulo 7

Hola lectores descendientes! :D

Aquí os dejo el capítulo 7 y este finde seguro que tendréis el capítulo 8 a vuestros ojos xD. Espero que os guste :3 Por cierto, seguramente, parte de este capítulo os recuerde a le película de 'Percy Jackson y el ladrón del rayo'. Pero, please, no dejéis de leer el capítulo o el libro porque la peli es una cosa a parte de este libro. Este libro NO tiene nada que ver con la película, aunque le encontréis algo de parecido, de verdad, son dos cosas absolutamente diferentes.



Capítulo 7: Viaje al campamento

Domingo. Ocho y media de la tarde y tengo que estar en el aeropuerto a las nueve. Llegamos algo estresados por la rapidez que hemos tenido. No nos gustan que nos estén esperando. Por fin llegamos y Jerome está allí con sus padres (obviamente...). Nos reunimos con ellos, que nos saludan con la mano. Tenemos que entregar el equipaje y no nos queda mucho tiempo. Mis padres se despiden de mí.
-Cuídate, cielo-dice mi madre y me estrecha entre sus brazos.
-Jerome, tienes que cuidarla-dice mi padre dando a Jerome un apretón en el hombro y éste asiente. ¿En serio?
Tras muchos abrazos y besos en las frente y mejilla, Jerome y yo nos vamos para entregar el equipaje. Cualquiera que nos vea parece que nos hemos fugado de casa, o que somos una pareja o algo parecido... Aunque algo jóvenes, para mi gusto. Echo un rápido vistazo hacia atrás. Mi padre tiene un brazo echado encima de los hombros de mi madre y junto a los padres de Jerome nos despiden con la mano. 
Jerome me coge de mi mano libre y me echa hacia un lado, haciendo que esquive a una mujer.
-Cuidado, Annie, te ibas a chocar.
-Lo siento, y gracias por apartarme.
Dejamos el equipaje y nos dirigimos hacia el avión por una especie de túnel largo y ancho. Llegamos a la entrada del avión y una azafata nos saluda con una breve reverencia de cabeza. Nos toca en el fondo del todo, en la última fila (vaya porquería de sitio, a mí me hubiese gustado más adelante...). Jerome me deja que esté sentada al lado de la ventanilla, pero me niego y se la dejo a él a pesar de que debería de aceptar su propuesta porque me moría de ganas. Otro día, supongo. Me dedico a mirar hacia el frente, con el cinturón abrochado. El avión a los pocos minutos despega y nos encontramos en el aire. Mi compañero y yo estamos callados y noto que tengo algo de sueño y que poco a poco, en cualquier momento me puedo quedar dormida. Jerome está leyendo una revista y de vez en cuando noto que me mira de reojo. Ya he bostezado varias veces, y como bostece otras cuantas más, me quedaré dormida fijo.
-¿Tienes sueño?-me pregunta, dejando por un instante de leer la revista. Seguro que estará hato de verme bostezar. 
Asiento con la cabeza y hago un bostezo más, tapándome la boca con la mano. Acto seguido, él bosteza y nos empezamos a reír.
-Te he pegado el bostezo-comento.
-Deberías dormir. Yo te aviso cuando estemos a punto de llegar-sugiere. Asiento con la cabeza y la echo hacia atrás y cierro los ojos. 

Jardín botánico con bastantes estatuas de piedra. ¿Qué pinto yo aquí? Oigo voces que me llaman de fondo. Una de ellas es Jerome, que grita mi nombre y la otra, está como... distorsionada, no la llego a oír bien. Giro la cabeza empezando a buscar a mi amigo hasta que oigo unos pasos detrás de mí. Me giro rápidamente, con la esperanza de que sea él. Mi cuerpo carga automáticamente una flecha reluciente en un arco de plata. Espera... no es una flecha... ¡Es un rayo! Intento soltarlo, me podría electrocutar en cualquier momento. Delante mía, una persona está de pie con un abrigo largo de piel negro y desabrochado. Tiene unas gafas de sol que tapan gran parte de su cara y un pañuelo que le cubre todo el pelo. Algo raro pasa y me quito de mi cuerpo. Me veo a mí misma, con el arco en mano y el rayo apuntando al pecho de la persona. Mi otra yo mira abajo y está hablando, pero no me oigo. Giro la cabeza hacia la otra persona que se está quitando el pañuelo de la cabeza. La persona, tira al suelo el pañuelo de tela y se quita las gafas de sol. No puede ser... es... es imposible. ¿No se supone que murió? ¿Que la mató una 'persona'? ¡Ella no existe!

Me despierto de golpe, pero no me mueve, sólo abro los ojos y oigo mi corazón latir a cien por hora. Tengo la cabeza ladeada. Me incorporo y veo a Jerome aún a mi lado. Se suponía que me iba a despertar...
-Vaya, ¿ya te has despertado?-dice y le miro.
-Creo... creo que sí-digo algo confusa.-Me tenías que haber llamado para no molestarte con la cabeza en tu hombro-le regaño.
-Bah, da igual. Me gusta verte dormir-dice con una sonrisa y sigue leyendo otra revista que ha cogido.
¿Se supone que era un cumplido? Daba igual, no le digo nada más. Aún estoy confusa por el sueño que he tenido. Espera, ¿qué sueño? Intento recordarlo, pero sólo logro recordar las estatuas de piedra... Ya está, nada más. Echo la cabeza hacia atrás y me muerdo el labio inferior. Al cabo de una hora más o menos, el avión aterriza. Nos bajamos por las escaleras de éste y nos metemos en el aeropuerto y recuperamos nuestras maletas. Aún no consigo recordar más del sueño. ¿Qué me ocurre? Suelo recordar los sueños que tengo. Ah, lo nuevo que recuerdo es la voz de Jerome llamándome. Me quedo quieta intentando recordar más. Una mano me coge del brazo y me tira hacia la persona.
-Venga, que nos están esperando-me dice Jerome, que me había atraído hacia él. Luego, señala con la cabeza una persona mayor con un cartel blanco en el que pone nuestros nombres: JEROME CLARK y ANNIE PEET.
Nos acercamos a la persona y nos pregunta que si somos las dos personas de los nombres y decimos que sí. El hombre nos pide que le seguíamos. Es más alto que nosotros, vestido de chaqueta y pantalones negors y que deja al descubierto una camisa blanca. Lleva unos guantes blancos y tiene el pelo gris, aunque bien peinado hacia un lado.
-¿Chófer?-pregunto en un susurro a Jerome y él asiente.

Nos vamos en un coche algo largo y negro, pero no es una limusina. El hombre nos abre la puerta de los asientos traseros y nos metemos. Los cristales de atrás son oscuros, para que no entre mucha luz. Los asientos son de cuero y negros, y una especie de pared nos separa del chófer, pero podemos tener contacto a través de una ventana de cristal negro que puedes abrir.
-No te asombres, los monitores de allí quieren que los descendientes lleguen sin problemas al campamento. Por eso hacen esto, para que no puedan verte mucho.
-Pero eso llama más la atención-digo.
-Ese es el problema: los monitores son tan estúpidos que podían poner otro transporte menos 'llamativo'-dice y me río. 
Casi en una hora, el coche se para y nos quedamos quietos, sin movernos. Intento abrir la puerta desde dentro, pero el seguro está echado y sólo se puede abrir desde fuera.
-No lo intentes... te lo dije antes-comenta Jerome.
En pocos segundos, el chófer nos abre y los dos nos bajamos. Las maletas ya están fuera. El chófer se monta, arranca el coche y se marcha tan tranquilo, dejándonos allí sólos.

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