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lunes, 18 de febrero de 2013

Capítulo 32

Hola! c:

Siento si he tardado en subir este capítulo (aunque en verdad, no tanto xD) hoy a pesar de que me han mandando muy pocos deberes, he tenido que estudiar algo y me he puesto a actualizar la página de Galería del blog, poniendo fotos de la saga Oscuros :3 (y también he actualizado la página de los capítulos de este tercer libro). Ya sabéis que cuándo queráis volver a leer un capítulo, sólo tenéis que pinchar en la página de uno de mis libros y después el capítulo que queráis leer de nuevo ^^ Nada más, aquí os dejo este capítulo. Besos C:


Capítulo 32: Piscina pública

Jerome y Nina se despiertan y el tren pega un brusco frenazo que casi me pego un chocazo contra Nina, pero Jerome me agarra. Nos bajamos del tren y en el andén recuerdo el sueño.
-¡Oh! Ahora vuelvo-digo y salgo corriendo a través de los vagones hasta llegar al vagón comedor.
El camarero que está allí, sujeta el cuenco con la manos.
-¡Espere! Vengo a coger algunos más, están muy buenos.
-Descendiente Annie, pensé que te irías sin pillar la idea-me dice.
-¿Eh? ¿Cómo sabe todo eso?
-Increíble que no te suene... tienes que recuperar algo mío... Puedes llevarte todos los caramelos.
Le miro detenidamente antes de caer en la cuenta quién es.
-¡Oh! ¡Tu eres, tu eres!
-Sí, corre, el tiempo apremia-dice y me da el cuenco con los caramelos.
Salgo corriendo del tren y me reúno con Jerome y Nina y aguardo el cuenco con los caramelos.
-¿A qué viene eso?
-Me lo dijo Atenea en un sueño-digo con dificultad. He pegado un carrerón.

No preguntaron nada más y nos dirigimos hacia la parada del autobús para ir a la piscina. En un pequeño mapa que había en una pequeña pantalla del autobús, ponían anuncios y las paradas que hacía el vehículo. La piscina pública está junto a la plaza del Mercadillo (menudo nombre...). Jerome insiste en que duerma un poco más, pero me niego porque en el tren ya dormí. Me detengo a pensar en cuántos días han transcurrido. ¿Dos? ¿Tres? No sé. Lo que sí es cierto que es viajamos de un lado a otro, no hemos comido mucho (salvo en el tren) y dormimos poco. Esto nos está matando. Pasan los minutos y al final, en la pequeña pantalla indica que la próxima parada es la plaza del Mercadillo. Los tres nos levantamos de nuestros asientos y nos colocamos cerca de las puertas del autobús, hasta que al fin para en la parada y, como somos los primeros en salir, echamos a correr para quitarnos del barullo. Nos detenemos en una esquina, lejos de la parada y veo que hemos llegado a la gran plaza del Mercadillo. El nombre le viene de perlas, ya que la plaza está llena de restaurantes, pequeños comercios, tiendas y puestos de comida rápida y fruta. La plaza está llena de gente.
-Parece un centro comercial-comenta Nina.
Asiento con la cabeza y buscamos algún mapa. Encontramos uno al lado de un pequeño puesto de fruta. El comerciante tiene a señoras comprando y no para de decir que tiene una buena oferta en los plátanos. Encuentro una mancha azul en el mapa que tiene el número siete y busco en la lista del nombre de las zonas el número siete.

Exacto: la piscina. No está muy lejos de aquí, a unas cuatro manzanas de la plaza del Mercadillo. Empezamos a andar y oigo cómo a Nina le suenan varias veces el estómago.
-¿Hambre?-pregunto.
Ella asiente. Saco algo de dinero que guardé en la mochila y cuento cuánto hay. Por lo menos, hay lo suficiente para comprarnos una hamburguesa cada uno y un refresco. Nos detenemos en un puesto de comida rápida y cada uno nos pedimos algo para comer.  Nos sentamos en un banco a comer y veo que Nina come muy rápida y el refresco lo tiene casi terminado. Miro mi hamburguesa y veo que me queda un poco más de la mitad. Comí en el tren y no tengo mucho apetito. Parto un poco de mi hamburguesa y se la doy a Nina. Ella no la coge y niega con la cabeza.
-¿En serio?-le digo y ella se muerde el labio inferior.
Y la acepta encantada.
-Gracias.
-Comí en el tren.

Al terminar, nos ponemos de nuevo en marcha y en pocos minutos, estamos cerca de un centro comercial.
-Estamos cerca-digo.
Me molesta que la gente que pasea por la calle se detenga a mirarnos. A la vez, me preocupa. Es raro ver a dos chicas (una normal y una con un arco y un carcaj llena de flechas) y Jerome... pues, sin comentarios. Andamos la última manzana corriendo y a lo lejos, distingo una gran cúpula de cristal. Corro aún más y le saco ventaja a Jerome y Nina.   Llego a la puerta sin aliento, pero lo recupero enseguida. Mis compañeros llegan y se tienen que sentar en los escalones de la entrada. Dejo el arco y el carcaj junto a Nina y subo los escalones de dos en dos y empujo la puerta.
-No, no, no...-digo.
Cerrado. Jerome se acerca a mí y me pone la mano en el hombro.
-Tiene que haber una forma de entrar-digo convencida.
-Paremos a pensar-dice.
-¡No! ¡El tiempo que usemos para descansar es tiempo que perdemos!-le grito, me libero de su mano y salgo corriendo.
Llego hasta un parque tranquilo sin mucha gente. No sé por qué he reaccionado así, me siento agobiada, me pongo más en peligro a cada paso que doy, pero sobretodo a ellos. Me siento frustrada, agobiada, mal... Mal, sobre todo mal en todos los sentidos. No sé lo que me pasa, sólo sé que estoy incómoda por dentro. La única pregunta que tengo es; ¿por qué todo esto a mi? ¿Por qué soy descendiente? ¿Por qué no soy humana como todos? ¿Por qué acepte ir al campamento? ¿Por qué tuve que ganar a Amber en la competición?

Como siempre todas las preguntas no se me resuelven. Lo único que quiero hacer son dos cosas: echarme a llorar por todo...
O acabar con esto de una vez.

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