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viernes, 15 de marzo de 2013

Capítulo 40

Hola criaturitas del señor!

Aquí os dejo por fin el capítulo 40. Siento mucho la espera, no subí el otro desde hace... ¿una semana o menos? ¿O más? No me acuerdo, pero lo siento mucho, esta semana he estado a tope de exámenes y no he podido apenas coger el ordenador, y si lo cogía era para echarle un vistazo a mi Tuenti, al Twitter, a los dos blogs que tengo y a poco más. 
Pero no pasa nada, aquí os lo dejo y espero que os guste. Mañana o pasado posiblemente suba el siguiente y... ¡para la semana que viene ya tengo publicado mi tercer libro completo! :'D Nada más. Aquí os dejo el capítulo, byee!

Dale a más información para leer el capítulo


Capítulo 40: Una ayuda especial
Me intento levantar apoyándome sobre los brazos, pero el dolor en las costillas es tan fuerte que no me puedo ni girar. En pocos segundos, ya tengo a mis dos amigos arrodillados junto a mí e intentando levantarme, pero grito cuando me mueven. Me dejan varios minutos en el suelo y me muevo de vez en cuando para que el dolor vaya desapareciendo. Jerome va a recoger el tridente y Nina se queda conmigo. Me ayuda a girarme y da unos golpes en las costillas para ver qué parte me duele. Al final, me hace algo de una reanimación, así que lo entiendo cuando veo que me hace lo que le hizo a Jerome en la piscina pública. Hago un grito de dolor que debe de haber sonado en toda la playa, pero tras unos segundos de tranquilizarme, ya me pongo de pie. Metemos en la mochila el tridente y sacamos la cabeza de Medusa, que aún sigue metida.
-¿La necesitaremos?-pregunto.
-Bueno, yo creo que la cosa final debe de ser el ladrón o ladrona...-comenta Nina.
-Como en los videojuegos-susurro.-El jefe final.
Ella asiente con la cabeza.
-Métela en la mochila. Si no la usamos, se la daremos a los dioses.

Saliendo de la playa, hacia el paseo marítimo, nos asombra ver el coche del chófer que me llevó a casa cuando me expulsaron del campamento. Aquel hombre que me dijo que Amber se marchó a casa murmurando cosas en el coche. El hombre se asombra al vernos con las pintas tan malas y horribles que tenemos, pero no le echo al culpa, si supiese por lo que estamos y hemos pasado... Las pintas que tenemos son descuidadas, ya que tenemos la ropa sucia y rota y estamos lleno de moratones, magulladuras, arañones... El chófer no dice nada y nos abre la puerta trasera del coche y nos montamos directamente en él, sin pensarlo. Pero me llega a preguntarme... ¿podremos confiar plenamente en el hombre? Cuando el coche arranca y estamos en medio de la carretera, el hombre al fin habla.
-En el campamento se está liando una buena-dice.-Hay descendientes que te conocen y están dejando de asistir a las clases.
Toma un respiro y continúa.
-Me han dicho que ha desaparecido un chico de vuestra edad y algunos descendientes se han ido a sus casas por seguridad. Están como locos.
-Nos queda el final. Esto va a acabar muy pronto-digo.
-Deberíais dormir un poco. Yo he venido para llevaros a vuestro destino final-dice.
Nina se duerme a los segundos, Jerome echa la cabeza hacia atrás y yo aguanto un poco. ¿Por qué el campamento está así? ¿Por mí? Estoy inquieta.
-Deberías dormir, como ellos-dice.
Asiento con la cabeza y echo la cabeza hacia atrás, pero al cerrar los ojos, se me cae en el hombro de Jerome y su cabeza sobre la mía y noto que a Nina se le cae la cabeza sobre Jerome. Estamos agotadísimos y lo bueno de ahora es que podemos dormir tranquilos... ¿O no deberíamos de confiar en el chófer? La verdad es que es raro que haya aparecido en nuestra búsqueda... ¿no?

Noto que el coche se ha parado y abro los ojos y me estiro un poco.
-¿Ya hemos llegado?
-Sí. Pueden bajarse. La biblioteca está al girar esa esquina. Después, tendréis que ir solos hacia el Olimpo-indica. ¿Cómo lo sabe?
Nos apeamos del coche y le damos las gracias. Me toco la marca de rayo que tengo en mi muñeca. Hace tiempo que no me la toco, y recuerdo que siempre lo hago cuando estoy inquieta y siempre, casualmente, lo hago inconscientemente. Salimos andando hacia la vieja biblioteca. Ya es de día y nos encontramos con varias personas yendo hacia su lugar de trabajo. Llegamos a las puertas del edificio. Su fachada es de ladrillos de color rojo y puertas y bordes de ventas de color parecido. No le debe de dar la luz por dentro, las cortinas están echadas. Trago saliva y sin que nadie nos vea, entramos por fin en condiciones en un edificio. Las puertas se cierran nada más entrar. Nina me coge de la muñeca y me aprieta.
-Aire-digo mirándola y ella vuelve a respirar y a dejar de apretarme la muñeca.

Las luces se encienden solas y nos encontramos en el centro de una enorme alfombra de color rojo oscuro y morado. En la sala, hay múltiples estanterías llenas de libros y algunas mesas y sillas. En la planta de arriba es igual que la de abajo, solo que más pequeña.
-No hacemos nada aquí parados-digo.
Ellos asienten y nada más dar un paso, las luces se apagan y algo se nos cae encima, que debe de ser una jaula y nos atrapa.
-Te doy la enhorabuena-dice una voz familiar y cercana.
Las luces se encienden y puedo ver claramente los ojos claros de Amber.
-¡Tú!-le grito y alargo un brazo entre las barras para intentar alcanzarla.
-¡Oh, si, yo!-dice con una voz absurda.
Lo sabía desde el principio.
-Sabes que no te vas a librar de esta.
-Claro que si me voy a librar, porque os puedo tener aquí encerrados hasta vuestro tiempo límite, que es... ¿hoy hasta el medio día? Sí, creo que sí. Además, os falta algo...-dice y enseña lo que nos faltaba.

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