Aquí os dejo el capítulo 3 de Diario de una Nefilim :3 Espero que os guste. Por cierto! Ya teneis en la página de "Diario de una Nefilim" algunos de los personajes y dejo para mañana el capítulo del otro libro mío :3 Por si no lo habéis leído, según el Twitter de Rubius, ha dicho que esta tarde-noche va a subir un vídeo (seguramente de miedo, por lo que ha dicho e.e) así que mañana seguramente lo tendréis. Bye!
Capítulo 3
Tuve que salir volando. No podía
hacer otra cosa. El fin de semana no voy de nuevo al acantilado, sino que me
limito a hacer mis deberes y a esperar a que llegue el lunes, que llega rápido.
El chico pasa por el
pasillo y me echa un rápido vistazo, pero continúa y sin pararse. Ce, Delly y
yo hablamos animadamente (¡un lunes!) pero yo no echo mucha cuenta de la
conversación y me limito a observar cómo el chico se aleja, pero se detiene
justo cuando mi profesor de primera hora abre la puerta de la clase con dificultad
por la cantidad de cosas que tiene en los brazos y el enorme manojo de llaves
que tiene. Mientras mi maestro busca como puede la llave e intenta abrir la
puerta, el chico se da media vuelta y se dirige hacia mí. No dice nada, solo se
limita a preguntarme.
-¿Podrías saltarte
esta hora conmigo?
Ce y
Delly me miran extrañadas. Me pongo tensa y se me revuelve el estómago.
-¿Podríais decirle
al maestro que no he venido a su hora porque tenía cita con el médico?-suplico
y ellas asienten.
Me alejo con el
chico rubio mientras observo cómo los compañeros se meten en clase.
Una parte del
instituto es todo jardinería donde no es más que plantas, árboles y poco más.
No suelen ir maestros por ahí ni hay cámaras de vigilancia. No metemos todo lo profundo
que podemos y llegamos al final del todo, donde la vegetación acaba en un muro.
El chico se sienta, no jadea como yo ni tiene la respiración agitada. No me
mira, rodea las piernas con los brazos y mira a un punto fijo.
Me muerdo el labio
inferior y me siento un poco alejada de él.
-¿Qué eres?-me
pregunta directamente mirándome.
Dudo. En cuestión,
no se lo debería de decir, pero lo vi y lo seguí.
Vi como plegaba las alas.
Vi como plegaba las alas.
Niego con la cabeza.
-Puedes confiar en
mí, te lo prometo.
El labio inferior me
tiembla de las dudas que tengo. No sé si contárselo o no.
-No puedo-contesto
al final.
-Poder sí puedes,
deber no. Puedes confiar en mí.
-¿Cómo voy a confiar
en ti si no sé tu nombre?
-Dan. Mi nombre es
Dan.
-Doona.
Toca la campana de repente (un simulacro de esos). Me
pongo en pie y me marcho.
La semana se me pasa
rápida, al menos hasta el miércoles. Siempre me he cruzado con Dan pero nunca
he vuelo a hablar con él. No puedo confiar aún en él, no menos cuándo ya no
estoy segura de si es como yo.
El jueves y el
viernes es fiesta en mi pueblo, no se qué invernal. Yo seguramente no me
pasaré, pero mis padres y mi hermana seguro que sí. El miércoles, de camino a
casa, acompaño a Maik, un compañero de casa que vive lejos del instituto.
-Gracias por
acompañarme-me dice.
-No es nada-digo, pensando
en que sólo lo acompaño porque tiene cerca de casa una tienda de golosinas y me
apetecía.
No comentamos gran
cosa y espero a que se meta en su casa. Giro en dirección a la tienda justo
cuando cierra la puerta y me encuentro a Dan en el otro lado de la calle. Abro
mucho los ojos, doy media vuelta y echo a correr. Llego a un parque que no
conozco y veo que está de nuevo sentado en un banco.
Me muerdo el labio,
despliego las alas y vuelo tan alto como puedo y me voy en dirección al
acantilado. Veo que me sigue y aprieto más la velocidad. Veo que me estoy
acercando al borde. Las rocas puntiagudas del fondo ya no están cubiertas por
agua y la marea ha bajado un poco de modo que ahora hay una pequeña orilla. Me
doy media vuelta en el aire, de modo que queda de cara con él, pero sigo
volando de espaldas.
-¡Déjame en paz!-le
grito.
No hace nada, sigue
volando hacia mí y yo me sigo alejando. Veo cómo me señala o señala a algo que
tengo detrás. No pienso en mirar hacia atrás, ni de reojo. Quiere que me quede quieta
y mire hacia atrás para atraparme y hablar de algo que no quiero.
Sigo retrocediendo a
poca velocidad y él sigue volando hacia mí a poca velocidad. Es como si
bailásemos juntos.
Por fin, sé al menos
que estoy segura de lo que es.
Un ángel completo.
Una corriente de
aire fuerte me echa hacia él, que se detiene. Sigo mirándole y volando hacia
atrás y Dan sigue avanzando hacia mí. Siempre a la misma velocidad que yo.
-Déjame en paz-digo,
pero no le grito.
Parece oírme. Es
como un acoso, si no quiero hablar del tema, ¡qué me olvide! ¡Qué se aleje de
mí!
Pero la culpa es
mía, por haberlo seguido aquel día. Lo último que veo es a Dan señalándome de
nuevo pero con un movimiento brusco, como si fuese importante.
Lo último que noto,
es un fuerte golpe en la espalda.
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