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jueves, 27 de junio de 2013

Participantes y cómo votar (Concurso)

¡Hola lectores! :D

Cómo dije en una entrada, hoy pondría una entrada en la que pondría todas las fotos y relatos que me han llegado de aquellos que han participado en el concurso :3 Así que, pondré aquí el nombre del participante y su relato y/o foto.
Para votar... los anónimos NO pueden votar. Pondré dos encuestas, una dedicada a las fotos y otra a los relatos. Pero últimamente las encuestas van como un pedo, así que no se si irán bien. De todas formas, las pondré y también podéis votar en esta misma entrada. NO vale en OTRA entrada.
Se tiene que votar a dos fotos y a dos relatos obligatoriamente :) Si eres participante, puedes votar a tu propio relato y/o foto. La votación durará una semana, es decir, hasta el 4 de julio. Pondré una foto en una de las barra laterales que llevarán a esta entrada :)
¡Ah! Yo no votaré xD 

Finalmente, como la entrada es un poco larga, tendréis que pincha en más información para leerla entera :D





FOTOS (si salen borrosas, pinchad en ellas):

Augusta

Jose Joaquín (foto 1): 

Jose Joaquín (foto 2):

Cassia:

Ainara:


Relatos:

Augusta:


Noche de lluvia

Ángela estaba asustada. Las gotas de lluvia se filtraban por toda la ropa, la piel, los poros; hasta entrar por completo en su cuerpo. Corría todo lo que sus débiles piernas le permitían mientras jadeaba sin remedio. Sus pisadas en los charcos resonaban a través de la desolada calle.
Pero ella solo estaba atenta a un solo sonido. Un sonido de respiración. Una respiración que cada vez se acercaba más a ella.
En el fondo sabía que correr no serviría de nada, pero tenía que intentarlo. No podría aguantar ni un segundo más encerrada en aquella habitación, y sabiendo que él la esperaba fuera. Tenía que aguantar un poco más, tan solo… un poco… más…
Una exhalación le hizo pegar un respingo. Se paró en seco. Durante unos segundos no supo qué hacer, hasta que decidió mirar. Poco a poco se fue dando la vuelta, con una lentitud casi aterradora. Cuando se giró del todo, no había nadie. Volvió a mirar a su alrededor para asegurarse antes de darse la vuelta y seguir huyendo. Su corazón latía a una velocidad de carrera. Intentó calmarse, no le servía de nada estar tan nerviosa ya que eso podría hacer que la atraparan. Pero justo cuando iba a continuar un escalofrío le recorrió la nuca.
Y enseguida lo supo. Él la esperaba justo detrás suya.
Ángela volvió a dudar. Su cerebro le ordenaba que corriera. Por donde había venido. Todo lo lejos que consiguiera aguantar esta vez, pero que corriera. Pero otra cosa, mucho más fuerte que su mente, le decía “ya basta”. No podía seguir corriendo. Tenía que afrontar su mayor miedo, que esperaba tras ella. No solo porque no tenía ninguna posibilidad de huir, ni por ser valiente. Lo tenía que hacer por ella misma, por ser libre.
Aunó todas las fuerzas que tenía disponible, apretó los puños y giró sobre sus talones. Y le vio. Su rostro tenso, su cuerpo mojado, su pelo enmarañado. Era horrible, y a la vez hermoso.
-Christopher…
Hizo un gesto con la cabeza, apartándose con ello el pelo mojado que le caía sobre la cara. Pudo ver sus ojos, ahora dorados, pero no hace mucho rojos como la sangre. Y también le pudo ver los colmillos. Largos y afilados cual cuchillas. En ellos pudo ver reflejado el recuerdo de los últimos días, en los que había descubierto cosas que nunca imaginó que existieran. Christopher era una de esas cosas. Para ser más certeros un vampiro. La miró y dijo:
-Ángela, -negó con la cabeza- has sido una chica mala. Deberías merecerte un castigo.
Esbozó una media sonrisa. En su intento de alejarse de él lo máximo posible, dio un paso atrás. Pero él dio tres más hacia ella.
-Pero no. Últimamente me he estado alimentando de ti. Mas no creas, que ha sido por un insustancial motivo. Durante estos últimos siglos, he buscado a alguien que me acompañara por mi travesía hacia la eternidad. Todas las chicas que apresaba no hacían más que suplicarme y resignarse mientras veían pasar su vida ante sus ojos, fugazmente. Pero tú, joven y temerosa humana, has sido capaz de huir, y plantarme cara, como si me tratara de otro obstáculo más –Ángela observó cada vez con los ojos más abiertos al vampiro. Sabía perfectamente adonde quería llegar, pero no quería que esas palabras salieran de su boca-. Por eso, mi intrépida Ángela, he decidido que te voy a conceder el don de la vida eterna. Única y exclusivamente a ti.
Ángela no quería escuchar más. ¿Vivir eternamente? Y lo peor, ¿junto a él? Antes moriría.
Debido a su nerviosismo, y como costumbre, se palpó el cuello mientras pensaba qué hacer. Rozó la marca que los colmillos habían dejado anteriormente ahí, mientras sin poder evitarlo recordaba todo el dolor sufrido por culpa de ese monstruo.
 Observó a su alrededor, intentando encontrar algo que le sirviera de ayuda. No había nada. La calle estaba más vacía que un desierto. Deseó que un ángel del cielo le mandara tan solo una ayuda para poder evitar su cruento destino. Y como un rayo caído del cielo, algo le golpeó la cabeza. Una vara de madera. Su asombró fue tal que no reparó en el hilo de sangre que le caía de la coronilla. Por desgracia Christopher sí que lo hizo.
Ángela quiso saber de dónde provenía aquel regalo de Dios. Dio la casualidad, de que se encontraba junto a un edificio en obras, y probablemente la lluvia hizo que la vara cayera.
Echó un último vistazo a Christopher. Sus ojos estaban rojos, y tenía un aspecto turbador. Ángela no perdió más tiempo. Se agachó y cogió la vara en el tiempo de un suspiro, y justo cuando Christopher se abalanzaba sobre ella, le clavó la estaca improvisada en el pecho. Christopher paró en seco. Empezó a aullar de dolor, mientras todo su cuerpo se iba deshaciendo hasta quedar convertido en polvo.
Ángela cayó en redondo al suelo. Lo había conseguido. Había conseguido huir de su eterno destino. Con dificultad, debido a su actual agotamiento, se levantó y caminó, mientras el cielo se despejaba y un nuevo día comenzaba.

Cassia:

Una traición diferente – Los Juegos del Hambre.
El sol salió por el horizonte, como todas las mañanas, y la brisa matutina hacía acto de presencia. Era un día normal, corriente. O al menos, eso es lo que aparentaba ser. Qué equivocada estaba. Ese día se realizaba la Cosecha. Pero no una Cosecha cualquiera.
Yo soy la típica adolescente de 17 años que hace lo que puede por mantener a su familia con vida, aquí, en uno de los más pobres distritos: el 7. Todo parecía normal, excepto por mi ropa de caza, cambiada por el vestido que mi madre usó en su última Cosecha. Nunca me pongo nerviosa, nunca he aparentado ser una endeble, aunque por dentro mi mundo se tambaleó cuando la estirada del Capitolio dijo mi nombre inscrito en esa estúpida papeleta.
Los ojos me picaban y me escocían, pero me negué a llorar. No quedaría como una débil. Subí temblorosa al escenario y pronuncié mi nombre con claridad.
Pero lo peor estaba por llegar. Le nombraron a él. A ÉL. No podía haber sido alguien cualquiera, no, tenía que ser él. Como yo, se le notaba hecho polvo, pero consiguió erguirse mientras caminaba hacia mí y me extendía su mano con una sonrisa perfecta. Intenté sonreír, pero en su lugar salió una mueca extraña.

Y aquí estoy ahora. En esta inútil habitación del lujoso Capitolio. Como si quisieran restregarme por la cara todo lo que ellos tienen y yo no. Como si quisieran darme una lección por todas esas veces que salté la valla para cazar comida.

-¡Cassia! -grita mi mentora desde el otro lado de la habitación. Refunfuño y me tapo la cabeza con la almohada.
-¡No quiero cenar! -respondo.

La puerta se abre (¿cómo narices la habrá abierto? ¡Si la cerré con pestillo!) y mi mentora Alexia entra en la habitación y se sienta delicadamente sobre la cama.
Posa una mano sobre mi pierna y la acaricia suavemente, en un intento fallido de darme ánimos.

-Vamos, cálmate, lo harás genial.
Las lágrimas inundan mis ojos, pero las rechazo. Me he prometido a mi misma no llorar.
-Como quieras. Te espero mañana en el tubo -dice, encogiéndose de hombros.

La odio. Le odio a él, a mi compañero de Distrito. Odio a mis estilistas, a los avox que nos custodian, a todos los capitolenses y, por encima de todo, a Snow. Odio a todos.
Estos fueron mis últimos pensamientos hasta que el sueño me tragó por completo.

******

Ya no hay vuelta atrás. El tubo está frente a mí. Debo entrar. ¿Debo? Si pudiera lo rompería de una patada pero mi habilidad con el kárate es nula. Aspiro y expiro el aire por última vez. Casi seguro que muero en el baño de sangre. Nunca he sido positiva y nunca lo seré aunque esta sea la oportunidad perfecta para un poco de esperanza. Pero hasta de eso carezco. Me doy pena a mí misma. Eso sí que es triste.
El tubo se abre y no tengo más remedio que entrar. Alexia me observa con asco mientras el tubo asciende lentamente. La luz me ciega por un momento. Un precioso campo de florecitas se extiende sobre mí, e incluso los pajaritos cantan. Já, que se creen que a mí esto me va a distraer.
Me pongo en posición mientras comienza la cuenta atrás. Le busco con la mirada. Ahí está. Tres lugares a mi izquierda está el chico del que llevo enamorada desde que tengo uso de razón. Y está aquí. Conmigo. En los Juegos del Hambre. Vaya planazo.
El cabello rubio le cae despeinado sobre la cara y hace un aspaviento con la cabeza para que no le moleste la vista. Incluso desde aquí puedo apreciar sus preciosos ojos de color esmeralda. Su posición firme y segura me intimida, aunque no lo suficiente. La verdad es que no hemos hablado de alianzas ni nada parecido. 

-3, 2, 1....

Ni me he dado cuenta de que se ha acabado el tiempo. Disparada salgo a algún lugar indefinido. Demasiado tarde me doy cuenta de que voy directamente hacia la Cornucopia. Oh, Dios. Agudizo la vista y reacciono. Recojo rápidamente una mochila verde que hay en el suelo y justo cuando busco un bosque que vi antes, me empiezo a marear. Las flores. Seguro que tienen alguna especie de gas nocivo o.... Algo me agarra del brazo y me arrastra. Intento librarme de mi atacante, pero me sumerjo en un mundo perfecto en el que no existen los Juegos...

*****

Abro los ojos lentamente. La cabeza me da vueltas y por el dolor que siento en el tobillo sé que estoy viva. Se supone que en el cielo no existe el dolor, ¿no?Termino de enfocar mi vista y retiro lo anterior. Sí, estoy en el cielo, porque esos ojos verdes con los que antes fantaseaba, me observan con preocupación.

-¿Estás bien, Cassia? ¿Necesitas algo? -pregunta, con una voz dulce. Ahora mismo necesito muchas cosas, pero sólo una puede aliviarme.
-Sí, necesito algo.
-¿Y puedo ayudarte para...?

Antes de que termine la frase le he agarrado y le he acercado hacia mí, juntando sus labios con los míos. Primero el beso es torpe, pero luego, se profundiza y me siento la persona más feliz del mundo. Por un momento, imagino que no hay Juegos, ni cámaras que nos puedan vigilar, ni gente pasándoselo bien viendo nuestra escenita, ni profesionales que ahora mismo estarán acechando a nuestro alrededor. Sólo estamos él y yo. Y como mucho, el mundo. Después de un beso que parece durar eternamente, nos separamos.

-Ven. Tengo una idea. -me guiña un ojo y me arrastra hacia un claro.
-¡Aquí nos pueden ver bien! -susurro.
-Esa es la idea -afirma él.

Del bolsillo de su pantalón saca unas bayas moradas. Al principio, no sé que pretende hacer con ellas, pero, al reconocerlas, doy un salto de sorpresa.

-¿Estás seguro de que...? -Me acerca unas cuantas bayas.
-Sólo si tú lo estás.

Observo las bayas detenidamente. ¿No es esto lo que quería? Morir siendo yo, sin que ellos me cambien. Eso es lo que me dijo Alexia antes de que el tubo subiera. Le doy las gracias por mostrarme un camino. Además, si él muere conmigo el cielo será más llevadero. Incluso moriría con el recuerdo de mi primer beso con el chico de mis sueños. Sin dudarlo, respondo:

-Por supuesto. -Él sonríe.
-Una...
-…dos....
-…y tres.
Trago las bayas sin masticarlas. Cuando le miro, todo mi mundo se tambalea. Él sonríe, sí, pero no dulcemente. Es una sonrisa maléfica, y a la vez divertida. Sus bayas caen al suelo mientras se empieza alejar. Poco a poco comprendo lo ingenua que he sido. ¿Cómo me he dejado engañar tan fácilmente? Antes de caer al suelo, consigo susurrar "traidor", aunque dudo que alguien lo llegue a oír. En silencio les pido perdón a mi madre y a mis hermanas, por abandonarlas a su suerte de una forma tan patética. Mi vista se emborrona y lo último que oigo es el eco de su malvada risa antes de que la respiración se me corte y me sumerja en la oscuridad eterna.



Raquel:


Versión Dragnus en un futuro lejano~

Se oyen los aleteos de Snowfall desde fuera, y entonces es cuando se abre la puerta y entran dragona y chico de su vuelo nocturno diario. Apoyo la cabeza en el césped de la sala y contemplo a los dos cómo interactúan. Me recuerda a Noa y a mí. Snowfall bebe con su elegancia de siempre mientras Daniel le acaricia la cabeza con una mano y me mira.
- No te he saludado, Dragnus.
- Mientras no ignoréis mi presencia...-le contesto al chico, que sonríe. 
Daniel se marcha y Snowfall para de beber y se coloca en su sitio de siempre, junto a la pared de fondo y apoya la cabeza en el suelo. Me giro hacia ella.
- ¿Cómo ha ido el vuelo? 
- Bien. 
- A Noa le gustan más los vuelos al atardecer-comento.
Tras un breve silencio, la dragona se pone en pie y se acerca a mí, cosa que mi corazón no puede evitar y empieza a latir fuertemente. Espero que no se dé cuenta. Me gusta todo de ella; su elegancia al moverse, la manera de hablar que tiene, su actitud... Es demasiado buena para mí, lo sé. No da señas de que yo le guste, y de todos modos, somos dragones con dos poderes totalmente diferentes. El fuego que yo controlo es mucho más fuerte mientas que el hielo de ella es fuerte, pero a la vez débil.
Snowfall se sienta junto a mí y apoya su cola sobre la mía. Mantengo la cabeza apoyada en el césped mientras ella la mantiene en lo alto. Siempre le ha gustado ver las cosas desde un punto de vista mayor.
- Los conocemos como si fuesen nuestros propios hijos o hermanos-me dice.-Sin hablar con ellos, los conocemos a la perfección.
- Sabemos lo que les gusta, lo que odian...
- Sus emociones y maneras de pensar
-termina diciendo y levanto la cabeza a su altura.

Me mira de una manera en la que me comprende, igual que yo a ella la observo todos los días con cariño y la conozco bien. Snowfall hace un resoplido y mira en dirección a una ventana que hay, a observar el cielo nocturno, despejado totalmente. Lo observo yo también.
- Dragnus...-me llama y giro la cabeza en dirección hacia ella. En cambio, la dragona sigue mirando por la ventana.-¿Qué pasará con nuestra especie?
Me extraña su pregunta y trago saliva.
- ¿A qué te refieres?
- Imagínate que sólo existimos nosotros dos, que no hay más dragones. ¿Qué pasará el día en que llegue nuestro fin y no haya más dragones?

- Habrán más-digo.-Aunque no los veamos, habrá alguno escondido en algún lugar del mundo.
- Yo no quiero esperar a encontrarlos
-dice y se une más a mí mientras sonrío y veo sus intenciones. Creo que estamos de acuerdo y que por fin sé que me quiere al igual que yo a ella.
                                            ***

>Mientras, en la habitación de Noa, ésta se despierta con una sensación extraña e intenta contacta con Dragnus mentalmente, pero éste no responde. Descalza y en pijama, va corriendo en dirección a la habitación de Daniel y lo despierta agitándolo sin parar. Se despierta aturdido.
- Daniel-le llama y éste se sienta en el borde de la cama.-Me encuentro rara.
El chico le toca la piel y se la encuentra con piel de gallina.
- ¿Dragnus no te contesta?-la chica niega con la cabeza.-Tengo un truco que consiste en ver lo que está haciendo Snowfall, me ayudó a hacerlo por mí mismo.
- ¿Te refieres a tener su vista sea cual sea el lugar donde ella esté?-pregunta Noa.
Él asiente y murmura unas palabras, y los ojos se le ponen de un tono casi blanco. En menos de veinte segundos, sus ojos vuelven a su color normal.
- ¿Qué pasa? ¿Qué hacen?
- Copulan-contesta.
- ¿Van a tener hijos? ¿Van a ser padres?
Daniel asiente con la cabeza.

Misteriosa~: 


El Sustituto: El punto de vista de la madre de Mackie

Emma suspira y levanta las manos. Le dirige a Mackie una mirada de impotencia y se marcha. Entonces, Mackie se queda solo en mitad del salón. Le doy la espalda por miedo a que saque el tema y a modo de protección, me llevo las manos a la cara.
-¿Mamá?-me llama y alarga un brazo y me hace girar por los hombros.-Mamá, no.
-¿Qué has estado haciendo?-le digo con la voz crispada por la histeria.-¿Has ido bajo tierra? ¿Qué has hecho, por el amor de Dios?
Y es entonces cuando soy yo la que saco el tema, porque él se aparta de golpe. Parece asustado.
-Siéntate. Tenemos que hablar-le digo.
Me siento justo en frente de él, callada sin saber muy bien qué decirle. En general, sí sé qué decirle, pero no sé por dónde empezar.

Me aclaro las ideas y al rato, alargo un brazo y le agarro la muñeca y le acaricio.
-Cuando conocí a tu padre, pensé que sería mi oportunidad de olvidar-comienzo diciendo.-Un nuevo comienzo, pero fui demasiado ingenua. Nunca llegan a marcharse del todo mientras tengan la posibilidad de sacar algo.
Mackie cierra los ojos, parece que piensa algo sobre ellos.
-Ya les he dado todo lo que querían. No ha sido nada malo, ni peligroso. Sólo querían amor-me dice y su voz suena hueca.
No puedo evitar echarme a reír de forma desagradable. No sabe lo que hace ni dice.
-¿Amor? No te creas. Buscan un cuerpo aún caliente. Tienen un tributo que pagar, igual que la gente que todos los años ingresa una donación en la cuenta de la Iglesia Metodista Unida, igual que la gente que hace cola en abril para pagar sus impuestos al gobierno. Esto es lo mismo, sólo que su pago vence una vez cada siete años y la moneda del reino resulta ser la sangre-le digo con amargura y él asiente.
Noto un agudo pinchazo en el corazón, así que agacho la cabeza y me miro las manos, para que mi hijo no me pueda ver a los ojos y saber en qué pienso, le dolería saberlo.
-Protegen la ciudad y la mantienen a salvo, y así nos convierten en seres afortunados. Conseguir eso requiere ciertos sacrificios. Y puesto que no son completamente inmunes a las cuestiones sentimentales, prefieren utilizar los hijos de otros.
-¿Te refieres a ti?
-Yo fui un caso especial. No lo hicieron por el bien común-le contesto.-La Señora se encaprichó de mí. Me llamaba “preciosa” y me tenía como si fuera una mascota,-le explico y el asco se apodera de mí- me explicaba todo eso de las ofrendas que le sacrificaban. Niños pequeños que lloraban y chillaban. Me contó que, hacía seiscientos años, eran guerreros los que se presentaban ante ella ofreciéndole victorias y derrotas. Me dijo que nunca permitiría que nada malo me sucediera. Me tuvo con ella tanto tiempo que fue como si me hubieran conservado en un tarro-explico, y recuerdo aquella habitación en la que siempre me tenía encerrada.
-Pero, si la Señora no quería que volvieras a casa, ¿por qué no impidió que te marcharas?-me pregunta.
-Lo habría hecho. Ella me habría retenido a su lado, pero vino alguien que se me llevó de vuelta-contesto.-Una noche, una criatura extraña… un monstruo-intento explicar, sin recordar cómo era esa criatura-me sacó del montículo, me hizo cruzar el parque y luego me dejó en la puerta de la casa de mis padres, igual que se dejaría a un perro perdido-digo con dolor al recordar la cara de mis padres.
-Pero eso debió de ser algo bueno, ¿no? Volviste a casa.
-No se puede-le digo porque no lo entiende y no sé cómo explicárselo.-No de verdad. La familia siempre encuentra el modo de dejar de añorarte con el paso del tiempo. De seguir adelante con su vida. Y ¿qué van a hacer con una niña que no puede soportar el olor de los gases de los tubos de escape? ¿A la que le ciega la luz del sol? Escucha. Yo los conozco. Sé cómo piensan, y siempre es en términos de lo que pueden sacar.
-Pero ¿qué pueden sacar?
Me encojo de hombros.
-No lo sé, pero puedes estar seguro de que algo hay. Te utilizarán, te manipularán y luego te dejarán tirado cuando ya no te necesiten-le explico cómo puedo y le sonrío de forma indefensa al recordarme lo que me ocurrió. Nadie me ayudó, tuve que buscar estos pensamientos yo misma.-Solía sentarme a sus pies en un almohadón a jugar con un pajarito metálico-recuerdo. Odiaba siempre ese juguete, me traía malas intuiciones. Y no fallaba.-Yo le cantaba cancioncillas y ella me las cantaba a mí. No puedes volver con ellos. Sea cual sea el motivo.
-Me han dicho que si no les ayudaba le harían daño a Emma. No puedo quedarme sentado y permitir que algo así suceda-me dice. Me levanto y me inclino hacia él.
-Emma tiene casi veinte años. Sabe cuidarse ella sola. Tú eres algo insólito, puede que muy valioso, y ellos quieren algo de ti. Cuando alguien de allí abajo quiere algo, ese algo nunca es inofensivo. No vuelvas-le pido.
-¿Y si le hacen algo horrible para castigarme?-me replica.
-Siempre te castigarán, porque no soportan perder. Cuando me robaron a Malcolm, fue para castigarme por haber escapado.
-Pero tú no fuiste la que decidió escaparse. Eras sólo una niña, una víctima.
-Pero escapé, y la Señora no puede perdonármelo, porque eso es lo único que importa. Sólo quieren utilizarte, Mackie. ¿Qué hace falta para que te des cuenta de lo peligrosos que son?

Le miro a los ojos mientras piensa, aunque parece que recuerda. Le noto terror en los ojos y parece que quiere apartar el tema. Me he pasado, sólo quería hacerle ver que no tiene que acercase a la Morrigan ni a la Señora, por muy bien que ellas le traten. La Morrigan sólo hizo un pacto con la Señora, y la Señora sólo quiere sangre.
-Me encuentro mejor-dice, aunque yo ya no lo sé si lo dice de verdad o no.-Puede que sea la primera vez en mi vida que me he sentido bien del todo, y ha sido gracias a ellos.
Su respuesta me deja muy sorprendida. ¿Gracias a ellos? ¡No sabe lo que son capaces de hacer! ¡No saben lo que quieren! ¡No saben nada de ellos, pero ellos de él lo saben todo! Me cuesta creer lo que dice.
-¿Es que no lo entiendes?-le pregunto, algo enfadada.-Te han comprado. Han descubierto tu precio.
No sé qué hacer para que lo entienda. No entiende el riesgo que corre el estar con ellos. No sabe nada. Pero es mi hijo, no puedo dejar que le ocurra algo. No cuando yo pasé lo mismo. Puedo evitarlo.
-No tuve elección.
Me da miedo perderlo. Si tuvo elección. Me da miedo de que me vuelvan a castigar, ya me han hecho demasiado. Me abrazo a mí misma, no quiero que le ocurra algo. Prefiero que me hagan daño a mí que a él.
-En la vida siempre hay más de una opción.

- - - - 

Ya no hay nada más.
<<Que las estrellas os protejan
Que la fortuna gobierne vuestros días>>
Eragon~

4 comentarios:

  1. Fotos -> Ainara y Augusta
    Relatos -> Raquel y Cassia

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  2. Fotos -> Ainara y Cassia
    Relatos -> Misteriosa~ y Raquel

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  3. Fotos -> Cassia y Augusta
    Relatos -> Raquel y Misteriosa~

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  4. Fotos -> Ainara & Cassia
    Relatos -> Cassia y Augusta

    Criaturita marvada decirte que escribes muy bien yq eu en dos semanas me he leido todos los capítulos de todas tus historias! tienes futuro! =D
    muxos besos

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