Capítulo 1
Salgo de casa y me voy a la pradera. Hay personas de mi Distrito que son adictos a la morflina, que es una especie de droga. Bueno, es una droga en general. Mi madre se separó de mi padre porque era adicto a esa droga, por eso, ahora sólo vivo con mi madre, no tengo hermanos ni hermanas. Para ir a la pradera, tienes dos caminos; el primero es el más largo y tienes que ir a la plaza del Ayuntamiento, que está justo en frente del Edificio de Justicia, a parte, tienes que pasar varias calles largas. El otro camino es el que yo siempre cojo, es el más corto, pero para ello tienes que haber estado viviendo en este Distrito desde años, porque hay algunas personas que no son capaces de memorizar las calles que hay que coger y se pierden. Yo de pequeña, iba con mi padre a la Pradera y siempre cogía el segundo camino. Hay callejones estrechos que conducen a otras calles, es como un laberinto. En media hora o en mucho menos, ya estoy sentada en el suelo de la verde pradera, que sólo tiene algunos árboles. Al lado de la pradera, está la alambrada, una red bastante alta (de unos seis metros de altura y que rodea todo mi Distrito) que está la mayoría de las veces electrificada, porque al otro lado hay un inmenso bosque que la mayoría de los habitantes quieren salir huyendo y vivir en él para olvidarse de los Juegos, pero como he dicho, la alambrada casi siempre está electrificada y los agentes de la paz no paran de pasear cerca y es imposible pasar al otro lado. Sólo los mejores cazadores y los más intrépidos se cuelan al otro lado para cazar animales salvajes (ciervos, conejos...), pero cazar está contra las leyes. Recuerdo una vez en la que un hombre tenía a su mujer a punto de morir de hambre y excavó muy hondo en la tierra que hay junto la alambrada para colarse y cazar algo. Un agente de la paz lo vio volver con varios conejos cazados y estuvieron a punto de ahorcarle, pero le perdonó la vida y le dejó llevarse los conejos.
Me tumbo en el verde campo y miro al cielo, que tiene un color celeste. Me quedo tumbada, pensando en la pesadilla una vez más. ¿Será verdad que saldré en los Juegos del este año o ha sido sólo una pesadilla normal? Muchos niños sueñan que salen como tributos. Yo lo soñaba cuando era más pequeña y me despertaba llorando. Mi madre venía para cogerme entre sus brazos y tranquilizarme. Me acompañaba cada vez que tenía esa maldita pesadilla y se quedaba sentada en el borde de mi cama hasta que estuviese de nuevo dormida. Este año se celebran los 68º Juegos del Hambre, que exactamente empieza la semana que viene. Cierro fuerte los ojos porque no soporto la idea de que mi nombre salga de aquella urna. Los abro de nuevo y veo como dos sinsajos vuelan camino del bosque. Los sinsajos es una especie de ave del Capitolio. Un año, los Distritos se revelaron contra el Capitolio y éste creó los charlajos, que eran capaces memorizar cualquier conversación humana, de ese modo, el Capitolio se enteraba de los planes de los rebeldes. Cuando éstos se dieron cuenta, empezaron a conversar de manera falsa, mientras que tenían otro plan en mente. El Capitolio se dio cuenta y abandonaron a todos los charlajos. Estos pájaros se aparearon con las hembras, llamadas sinsotes y de ahí salieron los sinsajos. Los sinsajos también son capaces de memorizar algunas notas y se callan para oírlas y memorizarlas.
Me incorporo poco a poco hasta que logro sentarme. Ya es hora de que vaya a casa, mi madre debe de estar levantada y puede que preocupada, aunque creo que sabe dónde estoy. Me levanto y ando hacia mi casa, cogiendo de nuevo el camino de antes, el más corto. Antes de adentrarme en las estrechas calles, me detengo y lo pienso mejor, para echar el paseo iré por el camino largo. Me doy media vuelta y empiezo a andar. Al cabo de varios minutos, ya estoy en la plaza del Ayuntamiento y veo que hay personas que están preparando el escenario, la gran pantalla, las cuerdas donde se clasifican los niños... Me entra un escalofrío por la espalda y salgo corriendo hacia allí para no tener esa idea en la mente. Por el camino, me encuentro a hombres y algunas mujeres que van de camino hacia las fábricas para trabajar. En este Distrito, cualquier trabajo (cuidar de la casa de otra persona, trabajar en las fábricas, cuidar de los niños de otras personas...) sirve con tal de conseguir un poco de comida o algo de dinero. Por fin llego a casa y veo que mi madre está en la cocina, bebiendo té. No me dice nada cuando llego porque seguro que se imagina donde he estado.
-¿Otra pesadilla?-me pregunta, dejando de beber y yo asiento con la cabeza.
Ella se levanta y me da una taza de té. Está caliente y me la voy bebiendo despacio. Cuando ya he terminado de beber, pongo la taza en el fregadero. Mi madre se va a trabajar; se queda de niñera con algunos niños. Me quedo de pie al lado del fregadero pensando en qué hacer hasta que llaman a la puerta y presiento que me van a quitar el aburrimiento.
es muy interesante :) me ha encantado
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegro ^^
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