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jueves, 13 de septiembre de 2012

Capítulo 2

¡Hola tributos! :) Ya hemos alcanzado las dos mil visitas, que biien! :D Bueno, aquí os dejo el capítulo 2 ;) Mañana si puedo, os subo el capítulo 3.
Espero que os guste! :3

Capítulo 2

Abro la puerta. Es mi mejor amiga Julie, que siempre quiere quedar conmigo para hacer tiro a la diana, aunque sin flechas, siempre lo hacemos con los cuchillos. Siempre le gano y me encanta que se ponga a rabiar. Su padre es el carnicero del Distrito y le da a su hija los cuchillos que ya estén oxidados o que se  hayan roto. Está como siempre; con su pelo largo y liso de color negro y sus ojos verdes.
-¿Te vienes a tirar algunos cuchillos? Mi hermano ha hecho una diana nueva-dice entusiasmada.
Su hermano cumplió el  mes pasado los diecinueve años, y nunca ha salido como tributo en el Día de la Cosecha, tiene bastante suerte que nunca haya salido en los Juegos. Lo que me gusta de su hermano es que tiene un gran talento para la pintura, sus padres le dedicaron a él una habitación con sus pinturas y todo para que se quede allí encerrado pintando.
-Vale, mientras no esté aburrida...-le digo esbozando una amplia sonrisa.
Ella pega saltos de lo emocionada que está, siempre está convencida de que un día me ganará.

Ya en su casa, nos metemos en su habitación. Es más grande que la mía y tiene en la pared una enorme diana, con circunferencias de color blanca, azul, roja y el centro de color amarillo.
-A tu hermano le ha quedado muy bien-comento.
Ella asiente. Saca de debajo de su cama una caja con cuchillos oxidados y dice:
-Señorita Packet, esta vez te voy a ganar-dice, cogiendo un cuchillo por el mango y alzándolo por encima de su cabeza.
Cojo otro y ella se dispone a tirar. El cuchillo gira por el aire y se clava en el color rojo, casi cae en el amarillo. Yo hago un pequeño aplauso y ella hace una breve reverencia. Siempre me quiere desafiar en este juego que es un poco peligroso, aunque ella sabe perfectamente que yo le gano. Tiro el cuchillo y cae en el amarillo, justo en el centro. Ella da un pisotón en el suelo y se enfada.
-Nunca me vas a ganar-le digo.
-Algún día, Debbie, algún día lo haré-dice y me lanza una mirada asesina.

Pasamos la mañana tirando cuchillos y cuando llega la hora de comer, me despido de ella para ir a casa a comer. En casa, comemos carne de conejo, que nos trae el hermano de un niño pequeño que cuida mi madre. El niño es mayor que yo y se mete hábilmente en el bosque para cazar. Creo que tiene diecisiete años, y nunca lo han pillado los agentes de la paz. De vez en cuando nos trae varios conejos y ardillas y un ciervo, aunque pocas veces. Mi madre dice que cuando ella va a cuidar al hermano, él ya se ha ido. Piensa que quizás sale temprano para que los agentes de la paz no lo vean. Yo pienso que si saliese como tributo, ganaría. De vez en cuando, cuando estoy enferma y me tengo que quedar en casa, lo veo por la ventana de mi habitación, siempre con el arco y las flechas cargadas en el hombro. A mí con la puntería casi nadie me supera, soy buena con el manejo de los cuchillos y el arco, aunque prefiero los cuchillos, con el arco tardo demasiado en cargar la flecha. La tarde la paso tranquila, en casa, echada en la cama a ver si consigo pegar ojo, dormir un poco, porque estas últimas noches a penas duermo y necesito descansar. En los siguientes días, paso la mañana en la pradera, con algunas amigas. Ahora el colegio ha cerrado porque se acerca el Día de la Cosecha, que está a la vuelta de la esquina.

Yo estoy terriblemente asustada, como los últimos cuatro años. Ahora tengo quince años, debería de estar acostumbrada a este miedo, pero aún así, sigo igual de asustada que todos los años. Hoy me levanto bien y me despierto alegre porque no he tenido ninguna pesadilla. Me dispongo a salir con mi madre a algunas tiendas que están cerca de la plaza del Ayuntamiento y nos quedamos allí paradas, viendo la plaza. Ya tienen listo el escenario, la gran pantalla, las cuerdas donde se colocan los chicos y chicas... Hay siete cuadrados bastantes grandes a la derecha y a la izquierda, y en medio un pasillo amplio. Me imagino que en cada cuadrado, como todos los años, irán los niños clasificados por sus edades, de doce a dieciocho años. Yo este año voy en el grupo de los quince.
-Debbie, sigamos-dice mi madre.
Seguimos adelante y mientras mi madre le compra la carne al padre de Julie, yo me quedo fuera. Oigo que alguien me llama y muevo la cabeza para ver si veo a alguien. En unos segundos, distingo a una silueta que parece ser de mi altura. Sale de la sombra de un árbol bajo y veo que es Julie, que viene con un puño cerrado. Se pone delante mía y me coge de la muñeca. Tengo la mano abierta, así que le resulta más fácil darme un pequeño broche dorado que tiene un tren (igual de los que pasan por aquí). Al tren lo rodea un círculo plateado. Me encanta, pero cuando estoy a punto de darle las gracias, ella me tapa la boca con la mano y con la otra mano libre, hace un gesto de silencio. Creo que no quiere que nadie se entere, sobre todo su padre.

Me coge una vez más de la muñeca y me lleva al lugar de donde ella ha salido y empieza a susurrar:
-Es un broche que representa a este Distrito y quiero que lo lleves para el Día de la Cosecha, te dará buena suerte. Yo también llevaré uno.
-Pero... debe de ser muy valioso para ti y tu familia-replico.
-Qué va. Este es el auténtico, pero quiero que lo lleves tu, un regalo. Yo llevaré uno igual, una réplica para que mi padre no se fije-explica.
Veo que mi madre está saliendo de la tienda del padre de Julie y me voy con ella, no sin antes darle un largo abrazo a mi amiga por el broche. Me lo guardo en el pantalón y me dirijo con mi madre.
-¿Dónde estabas?-me pregunta.
-Al lado de ese árbol, me pareció ver un conejo al lado del tronco-miento.
Ella frunce el ceño unos segundos y después, se encoge de hombros. Volvemos a casa y le ayudo a preparar el pollo relleno que había comprado en la carnicería para la cena de hoy. Terminamos de rellenarlo y lo metemos en el horno que le regalaron a mi madre por algo del trabajo, de los años trabajados o algo así, no lo recuerdo bien. Cae la noche en seguida y mi madre y yo nos disponemos a cenar, viendo un programa de comedia de la televisión cuando de repente, el canal se cambia automáticamente y aparece el presidente Snow dando un pequeño aviso a todo Panem

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