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domingo, 3 de marzo de 2013

Capítulo 36

Hola de nuevo! :D

Como puse en Twitter (sí, hice publicidad de la entrada de la reseña...) anuncié que iba a subir pronto el siguiente capítulo, es decir: este. Y cuando me refiero a pronto es hoy. Bueno, aquí os lo dejo. ¡Ah! Como podéis ver, por problemas de la página, tuve que quitar la música y como ya no ocurre nada (menos mal) la he vuelto a poner ^^ Nada más, espero que os guste el capítulo. 
¡Por cierto! xD La entrada de la reseña está teniendo bastante popularidad: ¡treinta visitas ya! :D Estoy happy :') Ahora sí: el capítulo y ojo, que al final me ha salido un poco... .-. Bah, da igual, el final ha salido raro pero mola xD ¡Qué aproveche!

 



Capítulo 36: Peligro, arpías
Ellos me siguen y me detengo delante de un agente de policía.
-Tenéis que dejarnos pasar. A los tres-digo seria.
El hombre se ríe y toma el asunto por coña, pero al ver mi cara seria, para de reírse.
-¿En serio? Nadie puede entrar ahí hasta que no venga el ejército
-¿En serio vais a llamar al ejército cuando nosotros podemos terminar con lo que hay dentro?-pregunto, vacilante.
-Unos chavales como vosotros no podéis controlar la situación.
-¿En serio?-pregunto. Extiendo la mano y hago un pequeño rayo. El hombre se pone algo pálido, frunce el ceño y cuando esta a punto de decir algo, cierro el puño y le cojo del brazo y le clavo las uñas.-No haga una alerta por nosotros tres. Déjenos pasar y esto acabará más rápido. Cancelen la llegada del ejército y todo irá bien. No se metan en el asunto y pase lo que pase, no habrán las puertas una vez que estemos dentro.
El hombre se queda serio y le suelto. Éste se va y se lo comunica a algunos cuántos de agentes más y se coloca delante nuestra de nuevo.
-Podéis pasar.
-No digan nada de lo que ocurra o vean-digo y el hombre asiente.

Nos acompaña hasta las puertas, nos desea suerte y nos encierran dentro del supermercado. Observamos sin hacer ruido alguno el supermercado. Tiene algunas estanterías tiradas y algunas lata de conserva por el suelo. Botellas de refresco están derramadas por los pasillos y las cajas de los dependientes, tiene las bolsas de plástico medio llenas y algunas están colgadas por los estantes. Las cestas para meter la comida, están tiradas por el suelo y hay algunas que están entre los pasillos están medio llenas. Está todo en silencio y parece que hubiese entrado un huracán por dentro.
-Lo raro... es que no haya heridos-comenta Jerome.
-Mejor. Investiguemos.
Nina y Jerome se colocan delante mía, atentos y preparados por si hay algo raro. Andamos con mucho cuidado y nos paramos en las esquinas de los pasillos y nos asomamos con cuidado a los lados por si hay algo. Estamos tranquilos, pero unos chillidos agudos muy fuertes dejan caer cosas de las estanterías y nos obligan a taparnos los oídos. El chillido cesa y Nina hace unas especies de nubes de agua que cubre sus manos hasta las muñecas. De ellas, salen unas burbujitas. Es el gas de los refrescos. Jerome ha sacado ya su espada. Nos espera algo escalofriante. Cargo el arco con una flecha en vez de un rayo. De nuevo, se oyen los gritos y aguanto el dolor. Estos chillidos, dejan caer de nuevo latas y botellas. Jerome, que va en cabeza, hace con su mano libre un signo de silencio y nos paramos los tres. A lo lejos, distingo en el suelo, una especie de cuchilla muy afilada. ¿Qué demonios es eso? ¿Un simple cuchillo o qué?

Nos quedamos quietos como estatuas y tan callados. El tipo de cuchilla retrocede y desaparece de nuestra vista.
-¿Qué crees que son?-le pregunto en susurros a Jerome.
-Seguro que son arpías. Esos gritos...
-¿Arpías?-pregunto.
-Son unos seres mitológicos de mujeres hermosas y con alas-explica Nina.
-Entonces, ¿esa cosa de la esquina qué era?
-Las arpías, a parte de tener alas y ser mujeres hermosas, tienen unas uñas bastante duras y fuertes-termina de explicar Jerome.
Nos quedamos quietos en nuestros sitios, sin querer movernos. Algo, me cae en el hombro y riño a Nina.
-Nina, controla ese agua.
-¿Qué agua?-pregunta y me giro hacia ella.
-Pues el agua que tienes.... en las manos-digo extrañada al ver que no tiene las nubes de agua en sus manos.-¿No habrás escupido?
-Dios, Annie no seas...-no termina de hablar, mira arriba, me mira de nuevo y otra vez hacia arriba.

Me congelo al instante. Miro hacia arriba. Una hermosa mujer de pelo rubio platino y con alas negras de su propia piel, está sentada en un estante mirándonos. Tiemblo al instante. Sus ojos azules se clavan en los míos marrones y sonríe con sus afilados dientes. Parece que va desnuda, pero no es así, lleva una especie de tela del color de su piel que le cubre todo el cuerpo, excepto las alas, los pies y los brazos. La mujer, mejor arpía, me sigue mirando y quiero salir corriendo, pero no puedo correr, aunque se me haya pasado el temblor, no puedo moverme por la presencia de una arpía tan cerca mía. La arpía gira la cabeza bruscamente hacia un lado y grita. Dos arpías vienen volando; una de pelo castaño claro y de ojos claros y la otra tiene... ¿el pelo verde? ¿Ojos morados? ¡Qué rara! Sin seguir órdenes de uno de nosotros, los tres nos separamos y salimos corriendo cada uno en dirección diferente. Tengo que encontrar el escudo. Giro la cabeza hacia el aire y veo que me sigue la arpía de pelo rubio a toda velocidad. En un intento de cogerme, me tiro al suelo y le tiro una flecha, que se le clava en la espalda. Hace un grito de dolor y como puede se la arranca. Salgo de nuevo corriendo y le voy tirando lo que consigo coger: una bolsa de patatas, una lata de comida... Pero lo esquiva fácilmente. Giro hacia otro pasillo y veo que hay agua en el suelo, así que me resbalo. Aprovechando el resbale, esquivo a la arpía que de nuevo intenta cogerme, pero ella aterriza bruscamente en el suelo y deja caer una estantería. Cargo una flecha y se la lanzo y se le clava en el ala. Con una mano, se la arranca y hace que algo de tejido del ala (que es la piel) se le caiga y derrame sangre. Me levanto rápidamente y salgo corriendo. En el supermercado (centro comercial) se oye, a parte de los gritos de las arpías, varios sonidos de cosas cayéndose al suelo y otros sonidos.

Giro la cabeza y veo que no la tengo detrás, así que me apoyo en una estantería (en el pasillo de las legumbres) y tomo aire. Oigo cerca una pequeña risa estridente y levanto la cabeza: en la otra estantería, la arpía rubia está observándome de nuevo. No me da tiempo de cargar el arco con una flecha y ella se me echa encima y me quita el arco. Me caigo hacia atrás y quedo sentada. Tiene sus pies sobre mis piernas, con una mano echándome hacia atrás el brazo y con la otra me agarra el hombro. La arpía abre su boca dejando que vea sus afilados dientes blancos y derechos. Intento cogerle del brazo con la mano libre, pero me empuja hacia atrás y latas con judías se rompen al caerse y me clavo la tapadera de una lata en la mano y doy un grito de dolor. Miro mi mano y veo que me sangra, pero no será grave. La arpía se ríe y abre de nuevo la boca. Aprovecho ahora que noto que ha relajado los pies sobre mis piernas y le meto una patada entre las piernas. La arpía aguanta, pero suelta la mano de mi hombro. Aprovecho ese instante, cojo la lata de judías y se la meto en la boca que la tiene muy abierta por el chillido que ha metido ahora mismo.
-¡Qué aproveche!-le grito y ella cierra la boca al ver que tiene la lata en la boca.
Se la traga y sale sangre de su cuello al instante. Me suelta y alza un poco el vuelo, poniéndose las manos en la garganta. Me pongo de pie y me echo encima de ella y la electrocuto.

Claro que muere al instante.

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